lunes, 7 de octubre de 2013

Pesca de Tarariras, ese difícil placer, por Revista Weekend


Te presentamos el adelanto de una nota técnica
sobre pesca de Tarariras, preparada por
Nestor Saavedra para Revista Weekend de Octubre

 
Para definir cómo y con qué pescar determinada especie hay que conocer esa especie y el medio en que se la va a capturar. La tararira, nuestra estrella en esta nota, es un pez de escaso consumo de oxígeno, lo que le permite vivir en aguas rasas y muy cálidas. Por esa misma razón, caza al acecho, gastando la menor cantidad posible de energías.

Aprovechando su formato tipo tronco y su color se camufla en lechos barrosos o entre ramas o raíces sumergidas, donde ataca a sus presas (insectos, pececitos, batracios, ranas y hasta pequeñas aves) cuando se le acercan sin notar su presencia. Tiene boca grande y con dientes en punta muy filosos. Si bien come también durante el invierno, se encuentra mucho más activa con aguas cálidas, entre los inicios de la primavera y el medio del otoño. Cuando el agua se calienta excesivamente o cuando están dedicadas a la reproducción en ciertos pesqueros suelen atacar menos.

Es sumamente territorial: recuerdo que ¡en un mismo lugar exacto, de un metro cuadrado! saqué siete ejemplares por la mañana y siete por la tarde, con una cuchara giratoria número dos, en la laguna Las Niñas, de Junín (Buenos Aires), sin lanzar ni recoger, pasando la punta de la caña casi por la superficie del agua y a la distancia que me permitía el largo de caña, a un metro de profundidad. Excepcionalmente se capturan ejemplares superiores a los dos kilos y medio. La gran mayoría andarán entre medio kilo y kilo y medio.

Con estos datos básicos podemos tener una idea de cómo pescar una tararira. Nos servirán, en primer lugar, para descartar algunas técnicas: por ejemplo, el trolling, que solo utilicé en una circunstancia curiosa y muy específica, como cuando, hace casi una década, las encontramos en el centro de la laguna de Monte, a metro y medio de profundidad y sobre un lecho limpio, donde lo practicábamos, al menos, hasta ubicar el cardumen, ya que no había accidentes de referencia (árboles hundidos, pequeñas bahías, etc.).




Lea la nota completa en la edición 493 de Revista Weekend, de octubre de 2013.



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