sábado, 27 de septiembre de 2014

Sorpresas en El Arenal, por La Gaceta


Gustavo Rodríguez nos presenta
en esta nota de La Gaceta el relato de
una visita al pequero Santiagueño
por parte de un grupo de pescadores tucumanos


Es uno de los tantos lugares que el río Dulce les regala a los pescadores. El Arenal, ubicados a unos cinco kilómetros al sur de La Dormida, en la mismísima república de Loreto, invita a los deportistas a disfrutar de sensaciones diferentes. Por un lado, piques constantes de bogas y bagres y, por otro, el accionar de los lugareños que siguen sacrificando dorados a pesar de que está prohibido y utilizando técnicas ilegales.

Hasta ese lugar se dirigieron Marcos Rak, Ítalo Capocetti, Néstor Pereyra, Marcos González y Matías Barraza, atraídos por los datos que habían recibido de que allí podrían concretar buenas capturas. Recorrieron a toda máquina los más de 300 kilómetros que separan nuestra ciudad con ese paraje santiagueño.

ESPECTACULAR. En El Arenal el pescador se encontrará con un remanso que atraviesa de punta a punta una barranca.

Al llegar se dieron con la primera sorpresa. Encontraron una hermosa arboleda para protegerse del sol, algo indispensable en esa zona. Caminaron menos de 100 metros y encontraron un remanso de más de 100 metros que bañan un gran arenal en una orilla y, en la otra, custodian unas barrancas de cinco metros.

Armaron los equipos y comenzaron a pescar. Con sanguijuelas y tripas de pollo capturaron bagres de muy buen porte y disfrutaron hasta el cansancio de los interminables piques de bogas pequeñas. Buscaron, sin suerte, tentar al dorado. Los observaban saltar y atacar los cardúmenes de mojarra, pero nunca tuvieron un pique concretó.

Volvieron a sorprenderse cuando lugareños se acercaron al lugar y, en cuestión de horas, capturaron varios amarillos. Y quedaron perplejos cuando se dieron cuenta qué carnada usaban: pecho de paloma cazadas en el monte. Pero se lamentaron aún más cuando comprobaron que los pescadores no devolvían los dorados al agua, como indican las normas.

En la excursión también hubo un momento de amargura. Y llegó cuando un grupo de santiagueños coparon el lugar poniendo los antiguos espineles lo que complicó la pesca deportiva y arruinó la fauna del lugar. De todas maneras, los tucumanos volvieron felices, porque otro paraje de Loreto le aportó emociones.


por Gustavo Rodriguez
para La Gaceta



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