Es una actividad de asistencia obligatoria,
cada temporada, para los pescadores de raza.
Las salidas se hacen desde las zonas
de los exespigones y Sauce Grande
La pesca embarcado es una cita de asistencia obligatoria para todos los pescadores de raza, y a su vez es un atractivo muy recomendable para quienes siempre tuvieron la curiosidad por saber cómo será pasar seis horas en el mar, tirando la caña junto a amigos y sintiendo la emoción de luchar contra una corvina que quizá, con un poco de suerte, esa misma noche termine sobre la parrilla.
En Monte hay varias embarcaciones que ofrecen el servicio de pesca embarcado, incluso con cañas, carnada y líneas. Sólo hay que animarse y acercarse a la zona de los exespigones -o bien el balneario Sauce Grande- desde donde salen las lanchas cuando el clima lo permite. El costo por persona ronda los 500 pesos.
En nuestro caso, este verano la elegida fue La Vasquita III, una embarcación que, según contó el piloto Franco Elizalde, de 24 años, lleva ese nombre porque ya la han reformado un par de veces, para mejorarla. Se trata de una lancha de fibra de vidrio de 8 metros de eslora, con capacidad para 10 personas.
Para los meticulosos, la previa a embarcarse puede ser inquietante porque, pese a lo que se puede pensar, son pocas cosas las que hay que llevar: gorra y protector solar (infaltables), una bolsa amplia para las capturas, campera (por si refresca) y el equipo de mate.
Otra recomendación es hacer la excursión en compañía de un amigo o familiar (en mi caso, se trató de mi cuñado, Pablo Arzer). De esta forma no sólo hay alguien con quien hablar o compartir algún consejo, sino -sobre todo- con quien competir para ver quién saca más piezas, o la más grande.
Además, si la excursión termina con varias piezas a la parrilla, esa misma noche, y una gran cena entre amigos o en familia, la experiencia se transforma en algo simplemente inigualable.
En cada viaje, igualmente, es posible conocer gente muy amena. En nuestro caso, ni bien llegamos a la zona de embarque -el exespigón oeste- nos encontramos con dos turistas de Berisso, Julio Guerriero y Miguel Isco, con sus respectivos hijos, Joel y Alexis, y con un compañero de ellos, Julián Donofri, a quien el “bamboleo” de alta mar, horas después, lo tendría a mal traer.
Al grupo se sumó Lucio Fierro, de Trenque Lauquen, quien se embarcaba por primera vez y quedó maravillado con las corvinas que sacó, así como el catamarqueño José Luis Banchio y el porteño Federico González, quien vuelve a Monte cada temporada desde que tenía 7 años.
La excursión se completó con un bahiense, Pablo Sebreiro, quien confesó que se embarca, como mínimo, un par de veces por temporada.
Todos, en mayor o menor medida, tuvimos la misma suerte esa mañana. Las dos primeras horas de pesca no fueron buenas, pero con el cambio de marea los cajones al pie de cada pescador se empezaron a llenar de pescadillas, gatuzos y hermosas corvinas.
Para cuando el capitán nos sorprendió a todos con el consejo de ir levantando las líneas para iniciar el regreso -no nos habíamos dado cuenta del paso de las horas-, con mi cuñado ya teníamos, entre ambos, casi 40 capturas. Una cantidad normal -nos dijeron- para una experiencia que va más allá del pescado con el que uno pueda volver a casa.
para La Región // La Nueva
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