jueves, 11 de mayo de 2017

Con el Pejerrey no se juega, por Horacio Pascuariello


Horacio Pascuariello, desde el Suplemento Pesca
del Diario Crónica, nos presenta esta nota en la que
relata y describe, algunas de las situaciones
y locuras que atravesamos en pos de la
búsqueda de las amadas Flechas de Plata



Para los locos por este minúsculo pescadito porteño la temporada para buscarlo nunca termina, y cada vez que debutamos en un nuevo ámbito para tratar de atraparlo nos preparamos mucho. 

Los más ansiosos a veces no pueden conciliar el sueño y les lleva semanas alistar cada aparejo pensando que color y forma de boya es la más adecuada para la ocasión, por supuesto siempre dejando volar la imaginación de cómo será el nuevo lugar a visitar, situación que genera otro tipo de adrenalina adicional; patología de la cual hablaremos otro día.

Siguiendo con los síntomas que genera la primera salida tenemos que hablar sobre el resto de los elementos que vamos a utilizar, los cuales fuimos adquiriendo durante el periodo previo y siempre pensando en la función que le vamos a deparar en cada excursión. 

Puedo poner como ejemplo un caso extremo, el mío. 

El 25 de diciembre durante la limpieza de mi bolso de pesca recordé la terrible decepción de haberme sentado confiadamente una gélida mañana de junio en un bote que acumulaba rocío, lo cual me llevo a sufrir una desagradable sensación que no puedo describir acá, y que aumentó mucho más al ver a mi ocasional compañero desplegar prolijamente y cual mantel antes de una elegante cena, una simple bolsa de residuos que lo protegió al tomar asiento, sacándole una sonrisa que compartió conmigo antes de pasar a desenroscar la tapa del termo. 

Este fugaz aviso que surgió de aquel recuerdo me llevo rápidamente a buscar dos bolsas de consorcio que inmediatamente incluí en ese bolso con la mente puesta en la primera salida de pesca al Río de la Plata el próximo invierno, y por supuesto 6 meses antes. 

Otro de los síntomas alarmantes de lo que produce la adicción por este pequeño demonio es acumular compulsivamente frascos de diversos tamaños pensando en que tipo de carnada van a contener, revisar que toalla está al borde de su retiro en el servicio para incluirla como nuestra compañera de salida y que sirva para secarnos después de encarnar, o transformarnos en una especie de ser despreciable que sin importarle la salud de su familia pone a degradar una cabeza de pescado escondida en la terraza para lograr los mejores gusanos destinados a darnos el primer puesto en el interno de “escamas” de nuestro club de pesca. 

Podría seguir la lista de dudosos episodios que hacen que estemos listos para salir a buscar “las flechas de plata”, pero si lo vemos desde otra óptica se darán cuenta que con este pescadito las cosas se ponen muy serias.


por Horacio Pascuariello / Crónica Pesca
para Area de Pesca

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