Reproducimos una carta abierta de
Horacio Pascuariello para Crónica Pesca
sobre la triste situación del Río Limay
Por Horacio Pascuariello
cronicapesca@cronica.com.ar
Desde hace varios años el deporte de la pesca con mosca tomó un impulso desmesurado en nuestro país y la Patagonia, por sus míticos paisajes y calidad de especies, tanto de truchas como de salmones. Es el destino elegido por miles de pescadores nativos y extranjeros, siendo el máximo exponente para esta actividad.
Las aguas cristalinas que bajan desde la cordillera hasta el océano Atlántico Sur forman un paraíso para practicar estos deportes, pero una dura realidad comienza a afectarnos. Se está tornando prácticamente imposible acceder a sus ríos y lagos, y a su vez algunos están en camino a desaparecer. Dos puntos interrelacionados son los factores que más lastiman todo este ecosistema.
El primero, es la privatización de sus costas, por medio de la construcción de lodges para extranjeros que muchas veces restringen sus puertas a pescadores nativos, ya sea por sus altos costos o por políticas de las empresas. Como segundo factor, la construcción de represas y presas que, por un mal manejo de los caudales, están matando la biota interna de los ríos, haciendo desaparecer tanto a plantas, insectos y animales, dejando un lecho sin vida.
La provincia del Neuquén posee uno de los ríos más ricos, destinados a la práctica de la pesca recreativa en el mundo, el Limay. Su traducción del mapuche es “reflejo de agua clara”. Nace en el lago Nahuel Huapi y es la principal atracción en el rubro turístico. Desde la construcción de represas en su cause ya no es el mismo de hace 40 años.
La necesidad de satisfacer el consumo mediante la energía hidroeléctrica ha llevado a que se lo trate como el elemento que contiene y no como un ecosistema. Caudales continuos por largos periodos de 115 m³, que en cuestión de minutos llegan a tener 1.000 m³ y vuelven a bajar generan fluctuaciones extremas que afecta mortalmente a todo lo que habita en sus riberas. Estudios ambientales revelaron que el efecto de las estas bruscas variaciones de caudal y el no cumplimiento de erogar las cantidades mínimas de agua, para que el río mantenga su vida, va a generar la pérdida de su ecosistema.
Los entes encargados del buen manejo del recurso, no hacen nada al respecto, y, a todo esto, le sumamos la privatización de sus costas y las tendencias a gestionar cotos de pesca. El río ya no es de todos, y lleva paulatinamente a que desaparezca cualquier actividad en él, inclusive la pesca deportiva.
Actualmente los emprendimientos privados manejan aproximadamente unos 500 kilómetros del ingreso al río y pocas estancias permiten su acceso. Apenas unos 50 kilómetros quedan libres para que unos pocos afortunados puedan conocerlo, ya que el único acceso es mediante balsas o embarcaciones. Después de tantos años como pescador es para mí muy triste ver cómo limitan el poder disfrutar y visitar un lugar que es patrimonio de todos.
Ya tenemos como ejemplo a Tierra del Fuego y gran parte de Santa Cruz donde se encuentran inaccesibles ríos y lagos por la construcción de cotos de pesca y lodges. Claros ejemplos son los campos adquiridos en nuestra provincia por capitales extranjeros, que cierran sus puertas para que nadie entre. Como sabemos todos, el agua es el oro del futuro y por una explotación exclusiva lo nuestro pasó a ser de otros.
Hay leyes, como el Camino de Sirga, artículo 2.369 del Código Civil Argentino, que dice claramente: “Los propietarios limítrofes con los ríos o canales que sirven a la comunicación por agua están obligados a dejar una calle o camino público de 35 metros hasta la orilla del río o del canal, sin ninguna indemnización. Los propietarios ribereños no pueden hacer en ese espacio ninguna construcción ni reparar las antiguas que existen, ni deteriorar el terreno en manera alguna”.
Esto no es respetado en su jurisprudencia y las autoridades no hacen nada al respecto, encima se pone un precio para ingresar a estos terrenos públicos manejados por intereses privados. Como conclusión podemos decir que el río, el deporte y el turismo nacional se mueren poco a poco en esta región y las ilusiones de pescar de los argentinos, que amamos a nuestra patria, se van diluyendo.
El Estado debe garantizar el uso de los ríos y lagos y, a su vez, ser declarados de interés público, dado que miles de personas los utilizan para esparcimiento, lanzando a su vez campañas de control y concientización del buen uso del recurso.
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