Gabriel Pinciroli, "KIND" nos presenta
esta nota de Señueleros, en la que
describe las características de los
Cabeza Amarga, y su piquye con señuelos
Excepto por los fanáticos del spinning ultraliviano, lo cierto es que los señueleros nunca salimos a buscar expresamente esta especie, y si capturamos algunos ejemplares es sólo por accidente mientras intentamos pescar otras especies más valoradas. En ese sentido, son sin duda peces menospreciados, acaso sean la “cenicienta” de los depredadores locales que toman artificiales. Estoy hablando de los cabezas amargas (crenicichla lepidota y otras seis variedades que se dan en nuestras aguas) y espero que esta nota los vista un poco de “princesas” como se merecen.
Si bien es cierto que el porte promedio de los cabezas amargas oscila entre los 15 y los 30 cm, también es verdad que con relativa frecuencia se dan capturas de tamaño mayor, así que si nos dedicáramos plenamente a pescar esta especie de seguro lograríamos ver ejemplares más grandes (como éste que tomó un minnow 90, con lo que a simple vista se aprecia que andaba cerca de los 50 cm).
Acostumbrado a que con las tarariras locales (hoplias malabaricus) debía cañar y recoger rápido con el freno bien ajustado para que no cediera y que así las taruchas no pudieran encajarse debajo de la vegetación acuática, hacía lo mismo con los cabezas amargas. En cambio cuando me habitué a dejar el freno del reel un poco más flojo para permitir las corridas de las tarariras tornasoles uruguayas (hoplias lacerdae), ahí los cabezas amargas tuvieron chance.
El asunto se reduce a dos puntos fundamentales: primero contar con un equipo lo más liviano posible (no necesariamente tiene que ser un equipo ultraliviano, aunque sea lo mejor; también con un equipo taruchero promedio, si la caña no es demasiado rígida, se puede conseguir sensibilidad con peces chicos), y segundo no apurar al cabeza amarga, hay que tener el freno regulado flojo para permitirle cierto margen de acción y que así no se contraiga. Si le damos chances de pelear, entonces da batalla dentro de sus posibilidades. Con los más pequeños es casi imposible que no se rindan de inmediato, pero con los medianos y los grandes se pueden tener microcorridas épicas y hasta algún microsalto doradezco. Si se lo permitimos, la “cenicienta” puede convertirse en “princesa” y darnos excelentes momentos de pesca.
Otro aspecto que los vuelve interesantes es su gama de colores: es tan amplia que despierta una especie de afán coleccionista que nos hace desear capturar todas las variedades. Hay verdes, grises, marrones, naranjas, casi albinos, atigrados, con pintitas pequeñas o con manchas circulares grandes, ocelos, tanto en el cuerpo como en las aletas; algunos ejemplares son realmente muy bellos.
Con respecto a los ámbitos más propicios, hay que apuntar a las barrancas costeras en sitios con piedras y grietas que formen “pasillos” entre las rocas y la vegetación. Por eso mismo usar lentes oscuros que anulen el reflejo del agua posibilita visualizar el fondo tanto para ver de qué manera accionar los señuelos (para hacerlos atravesar los “pasillos” y subir y bajar o contornear las piedras y demás obstáculos), como para observar cómo los cabezas amargas salen de sus puntos de emboscada y persiguen o directamente atacan los artificiales. Son peces muy agresivos y territoriales, así que si el señuelo les pasa cerca lo más probable es que se lancen contra él sin importar el tamaño. Es muy común pescarlos con artificiales casi tan grandes como ellos mismos.
Espero haberles despertado algo de curiosidad por esta especie y que intenten pescarla. Estoy seguro que se van a sorprender. Salvo el nombre, no tienen nada de amargos sino todo lo contrario: son cazadores violentos que se lanzan con todo su empuje y velocidad contra los señuelos, así que pueden brindarnos satisfacciones mucho mayores que su porte.
Fuente: Señueros.com.ar
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