viernes, 14 de febrero de 2014

La amargura es un mito, por Señueleros


Gabriel Pinciroli, "KIND" nos presenta
esta nota de Señueleros, en la que
describe las características de los
Cabeza Amarga, y su piquye con señuelos

 
Excepto por los fanáticos del spinning ultraliviano, lo cierto es que los señueleros nunca salimos a buscar expresamente esta especie, y si capturamos algunos ejemplares es sólo por accidente mientras intentamos pescar otras especies más valoradas. En ese sentido, son sin duda peces menospreciados, acaso sean la “cenicienta” de los depredadores locales que toman artificiales. Estoy hablando de los cabezas amargas (crenicichla lepidota y otras seis variedades que se dan en nuestras aguas) y espero que esta nota los vista un poco de “princesas” como se merecen.
Supongo que el menosprecio se origina en dos ideas bastante difundidas: por un lado está la cuestión del porte reducido de la mayoría de los ejemplares, y por otro el prejuicio de que dan poca pelea. Hay que reconocer que las dos ideas son verdaderas, pero sólo a medias, o sea que merecen un poco más de análisis porque encubren otras realidades.
Si bien es cierto que el porte promedio de los cabezas amargas oscila entre los 15 y los 30 cm, también es verdad que con relativa frecuencia se dan capturas de tamaño mayor, así que si nos dedicáramos plenamente a pescar esta especie de seguro lograríamos ver ejemplares más grandes (como éste que tomó un minnow 90, con lo que a simple vista se aprecia que andaba cerca de los 50 cm).

Es decir que la cuestión del porte reducido es relativa y si perseveramos un poco podemos dar con peces de tamaño suficiente como para ofrecer una resistencia considerable. Precisamente, con respecto al tema de que darían poca pelea, no hay que olvidar que en general los pescamos mientras buscamos otras especies como tarariras y doradillos, por lo cual cuando capturamos cabezas amargas lo hacemos con equipos sobredimensionados que nos impiden percibir adecuadamente la lucha que pueden dar. Además, estos peces tienen la característica de que, cuando se ven derrotados, se contraen y quedan arqueados con las aletas espinosas erguidas (pareciera un reflejo defensivo para herir la boca de un depredador mayor).
Creo que ahí está la clave para entender el prejuicio de que los cabezas amargas luchan poco. Si bien cuando empecé a pescarlos casi todos los ejemplares me ofrecieron un pique muy violento con una corrida inicial furiosa y luego se crisparon y los traje hasta la orilla como un peso muerto, también pude pescar algunos que no se rindieron con facilidad sino que dieron varias corridas y cabezazos e incluso algún salto. Al principio no advertí cuál era el motivo de esa diferencia, por qué algunos se rendían al instante y otros no. Después comprendí que la diferencia estaba en cómo los pescaba yo.

Acostumbrado a que con las tarariras locales (hoplias malabaricus) debía cañar y recoger rápido con el freno bien ajustado para que no cediera y que así las taruchas no pudieran encajarse debajo de la vegetación acuática, hacía lo mismo con los cabezas amargas. En cambio cuando me habitué a dejar el freno del reel un poco más flojo para permitir las corridas de las tarariras tornasoles uruguayas (hoplias lacerdae), ahí los cabezas amargas tuvieron chance.

El asunto se reduce a dos puntos fundamentales: primero contar con un equipo lo más liviano posible (no necesariamente tiene que ser un equipo ultraliviano, aunque sea lo mejor; también con un equipo taruchero promedio, si la caña no es demasiado rígida, se puede conseguir sensibilidad con peces chicos), y segundo no apurar al cabeza amarga, hay que tener el freno regulado flojo para permitirle cierto margen de acción y que así no se contraiga. Si le damos chances de pelear, entonces da batalla dentro de sus posibilidades. Con los más pequeños es casi imposible que no se rindan de inmediato, pero con los medianos y los grandes se pueden tener microcorridas épicas y hasta algún microsalto doradezco. Si se lo permitimos, la “cenicienta” puede convertirse en “princesa” y darnos excelentes momentos de pesca.

Otro aspecto que los vuelve interesantes es su gama de colores: es tan amplia que despierta una especie de afán coleccionista que nos hace desear capturar todas las variedades. Hay verdes, grises, marrones, naranjas, casi albinos, atigrados, con pintitas pequeñas o con manchas circulares grandes, ocelos, tanto en el cuerpo como en las aletas; algunos ejemplares son realmente muy bellos.
En cuanto a dónde ubicarlos, debo aclarar que los pesqué principalmente en la zona de Durazno en Uruguay, donde abundan en cualquier arroyo, pero también logré capturas en nuestro país en lagos de paseos urbanos bonaerenses y en arroyos y lagunas del sur de Entre Ríos; sé que también se dan con relativa facilidad en las cercanías de Santa Fe y me han dicho que lo mismo sucede en los Esteros del Iberá.

Con respecto a los ámbitos más propicios, hay que apuntar a las barrancas costeras en sitios con piedras y grietas que formen “pasillos” entre las rocas y la vegetación. Por eso mismo usar lentes oscuros que anulen el reflejo del agua posibilita visualizar el fondo tanto para ver de qué manera accionar los señuelos (para hacerlos atravesar los “pasillos” y subir y bajar o contornear las piedras y demás obstáculos), como para observar cómo los cabezas amargas salen de sus puntos de emboscada y persiguen o directamente atacan los artificiales. Son peces muy agresivos y territoriales, así que si el señuelo les pasa cerca lo más probable es que se lancen contra él sin importar el tamaño. Es muy común pescarlos con artificiales casi tan grandes como ellos mismos.

En cuanto a los señuelos más efectivos, sin duda que las cucharitas giratorias 00, 0 y 1 son irresistibles para los ejemplares más pequeños, mientras que con los de mayor tamaño se destacan los minnows chicos (hasta 8 cm) y los cranks entre 3 y 6 cm con buena paleta que les permita descender rápido y rascar el fondo. Los he visto tomar señuelos de todos los colores, pero creo que el amarillo chillón o directamente flúo hace la diferencia y consigue más ataques.
La cuestión principal de cómo accionar los artificiales reside en hacerlos pasar entre los obstáculos del fondo, por los “pasillos” que mencioné antes. Seguir la geografía subacuática a una velocidad de media a baja es la clave para disparar los ataques.
Espero haberles despertado algo de curiosidad por esta especie y que intenten pescarla. Estoy seguro que se van a sorprender. Salvo el nombre, no tienen nada de amargos sino todo lo contrario: son cazadores violentos que se lanzan con todo su empuje y velocidad contra los señuelos, así que pueden brindarnos satisfacciones mucho mayores que su porte.

Fuente: Señueros.com.ar

  
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