A modo de adelanto de la versión actualizada
a 2013 del Libro "Pesca con Mosca para los Argentinos",
Efraín Castro nos trae este delicioso relato, largo pero emocionante
“12 de Abril de 2011, 5:45 am. Escucho al “Pela” Amadeo entrar al bungalow.
- Arriba jipi.
Me cambio, armo un par de vegetales mañaneros, tomo la petaca con whisky, el equipo y salimos a las 6, como estaba previsto. Buscamos a Andrés, otro amigo.
Bajar desde Catedral al río con
la Toyota nos toma unos 40 minutos. Vemos un accidente, hay un 206 con
las ruedas al cielo, un patrullero, un pelirrojo hablando con los
milicos y un par de minitas de minifalda y tacos sentadas en el cordón.
Todavía es de noche y esquivamos a los alcoholizados en la zona de
boliches en pleno Bariloche.
Paramos y con los waders puestos entramos a
la estación de servicio para comprar café con medialunas. Las devoramos
rumbo al lugar de pesca, nada menos que la Boca del Limay. Un gran
rival para cualquier pescador que, peso por peso, merece por lejos el
mote de “Catedral Argentina de la Pesca con Mosca” desplazando ya al
Chimehuín (personalmente creo que tanto en el pasado como en la
actualidad). Se trata de un lugar peligroso, de capturas legendarias,
sin embargo era apenas mi segunda temporada visitándolo, ya que pasé más
de 20 años viviendo a 400 km de allí y por esas cosas de la pesca o el
respeto a algunas cosas, nunca le había entrado.
Pasamos Dina Huapi y sorpresivamente para mí Rodrigo gira a la izquierda antes de cruzar el puente, entonces le digo:
- Río Negro.
- Sí, Río Negro.
- Nunca pesqué de este lado, siempre de Neuquén.
- Bueno, hoy vas a pescar.
Bajamos de la camioneta y miro la Boca, veo olas y ráfagas de viento fuertes pero no constantes.
- Pela, mirá como está, estoy con una caña 6, ¿Voy a meter el tiro?
- Si, pa... tranca que vos lo metés, te va a gustar este lado.
- Sí, Río Negro.
- Nunca pesqué de este lado, siempre de Neuquén.
- Bueno, hoy vas a pescar.
Bajamos de la camioneta y miro la Boca, veo olas y ráfagas de viento fuertes pero no constantes.
- Pela, mirá como está, estoy con una caña 6, ¿Voy a meter el tiro?
- Si, pa... tranca que vos lo metés, te va a gustar este lado.
Armamos los equipos, terminamos el desayuno con su postre y entramos
Rodrigo y yo. Desde la playa hasta el lugar de pesca había unos 60
metros de vadeo que atravesamos casi de noche, con una linterna, entre
viento, olas y agujeros en el piso de piedra.
Al avanzar se percibían
cada vez más acentuadas tres cosas: la profundidad del corte en la roca
hacia el nacimiento del río a la derecha, la fuerza de la corriente que
empujaba hacia allí y la profundidad en el vadeo.
Algunas olas debíamos
enfrentarlas con un salto para que no nos mojaran enteros. Caminábamos
sobre “la barda”, una especie de puente incompleto, plano, de roca
granítica que se extiende como un abanico a lo ancho de toda la Boca y
que, en temporadas secas, llega a quedar casi totalmente expuesto al
aire. En este caso faltaba para ese momento y el agua la cubría en su
totalidad.
Llegamos con el agua a la cintura a un lugar en el que
la claridad apenas incipiente me dejaba vislumbrar un agua blanca a la
derecha (el chupón), que lo ubicaba más por su ruido que por verlo y el
lago acelerando poco a poco a la izquierda. El viento de la izquierda
parecía amainar de a momentos, igualmente era favorable lo cuál me
entusiasmó al calcular mis posibilidades de poner un tiro de 30 metros
que mi compañero regularmente metía con caña de dos manos, con 14 pies
de largo y de overhead. Mientras, yo estaba con mi vieja “Nena”, una Loop
Grey de 9,6 pies, de una mano para línea 6, tenía un ST/7/S hundimiento
3 con amnesia como running line, un líder de 2 metros terminado en
Raiglon 0,33 de resistencia 16 lbs. y la mosca era una Pancora Dubinlúp
Oliva, color que elegí por sugerencia de Amadeo.
Ya no se podía avanzar
dado que la profundidad sobre la barda y la velocidad de la corriente lo
hacían muy peligroso. Sin embargo, el “Pela” me muestra algo unos pasos
más adelante con su linterna, en el límite del lugar jodido.
- ¿Ves esa piedra?
- ¿Esa blanca triangular?
- Sí... ¿Te animás a subirte?
- Claro boludo, para qué vine...
- ¿Esa blanca triangular?
- Sí... ¿Te animás a subirte?
- Claro boludo, para qué vine...
Esperé a que pasara una ola grande y aprovechando el bajón posterior
caminé hasta la piedra y me subí, notando que tiene un sector algo más
profundo en el paso justo antes de subir.
- Uy... una plataforma.
Dije con el agua a las rodillas.
- En el segundo tiro metés una vaca.
Dijo Rodrigo, parado a unos cinco metros.
Casi por instinto, aunque había sacado suficiente línea como para un
tiro largo, solté apenas unos 15 metros a la cabeza del chupón golpeando
el agua con la mosca, porque al ver el lugar supuse que solo una grande
podía estar comiendo allí y seguramente sola. Nada. Al hacer eso
escucho:
- Metela en el lago.
Armé el tiro, levanté y en dos
casts sentí buena carga. Entraron como 28 o 30 metros de línea en
dirección al morro que se destaca sobre la costa neuquina. Un golpe en
el reel me indicó un líder seguramente bien estirado. Rápido tomé la
línea, puse la caña a 45º apuntando al lago con el brazo totalmente
estirado y estripé dos veces muy rápido, moviendo la mosca enseguida.
Como respuesta recibí un tirón tremendo que me sacó los dos metros que
había estripado, retruqué con dos clavadas fuertes. La caña se bajó
hasta casi tocar el agua, sentí el peso del pez por primera vez y
empezó a sacar línea a lo largo de la barda, rumbo a Neuquén, ni al lago
ni al río, corría por la barda. Entonces digo:
- Vaca.
Y me responden:
- ¡Bajá de la piedra!
...
(En un solo flash, recordé un episodio de hacía exactamente un año, el día de mi debut en ese lugar pero en la costa de enfrente, sobre Neuquén:
10 de abril de 2010, 8:30 am. Los mismos compañeros, el Pela y yo, ya con el sol tocando el agua después de sacar un par de lindas truchas entre los 3 y los 4 kg. cada uno además de otras que se soltaron. En esa Boca se rotan las posiciones cada 10 minutos. Además de nosotros, había tres pescadores de Bariloche que se habían cansado de ver como nosotros dos clavábamos truchas en todas nuestras entradas mientras ellos no tenían ni un pique. Uno de ellos me llama desde adentro del lago, sin terminar su turno, me tocaba a mi luego así que entré ya sacando línea.
Y me responden:
- ¡Bajá de la piedra!
...
(En un solo flash, recordé un episodio de hacía exactamente un año, el día de mi debut en ese lugar pero en la costa de enfrente, sobre Neuquén:
10 de abril de 2010, 8:30 am. Los mismos compañeros, el Pela y yo, ya con el sol tocando el agua después de sacar un par de lindas truchas entre los 3 y los 4 kg. cada uno además de otras que se soltaron. En esa Boca se rotan las posiciones cada 10 minutos. Además de nosotros, había tres pescadores de Bariloche que se habían cansado de ver como nosotros dos clavábamos truchas en todas nuestras entradas mientras ellos no tenían ni un pique. Uno de ellos me llama desde adentro del lago, sin terminar su turno, me tocaba a mi luego así que entré ya sacando línea.
- ¿Qué pasa amigo?
- Nada... ¿me puedo quedar acá para ver cómo las pescás?
- Claro... pero ya es medio tarde y metimos bastante quilombo. Lo que te puedo explicar es lo que me explicaron hoy a mí, porque estoy debutando y es la primera vez que vengo, pero el sol está arriba y se terminó la fiesta, creo.
- Nada... ¿me puedo quedar acá para ver cómo las pescás?
- Claro... pero ya es medio tarde y metimos bastante quilombo. Lo que te puedo explicar es lo que me explicaron hoy a mí, porque estoy debutando y es la primera vez que vengo, pero el sol está arriba y se terminó la fiesta, creo.
Así fue como lo llevé a los puntos de vadeo
y le mostré los tiros, que le parecieron muy largos para su técnica. Le
expliqué que en ese lugar era fundamental lograr un tiro lejos.
Hice unos 3 tiros que no me gustaron desde una de las posiciones fuera
del chupón y me parecía que se habían alejado un poco, así que decidí
entrar sobre la “Piedra Azul”, que en ese momento estaba ya dentro del
chupón, en su parte menos caudalosa, con un tiro prácticamente contra
corriente, pero que caía sobre la cabeza de las truchas. Meto el tiro,
cae, dos estripadas y prendo una grande que corre para el lago sacando
línea. Entonces escucho a Amadeo:
- ¡Salí de la barda!
Yo sentía
que la trucha no se había clavado, la sentía más grande que a las otras
pero no bien afirmada, así que con respeto decidí esperar a que pare de
correr para clavarla bien con un par de tirones. En esa espera, la
trucha decide volver, me afloja, pasa junto al lugar donde la clavé,
salta completa sobre la barda, a 10 metros de mi cara, cae y nada hacia
el río. Escucho a Amadeo:
- ¡Arriba de 6 ó 7 kilos! ¡Salí de la barda!
Bastaron 10 segundos en el río para que la trucha se metiera entre las
piedras y me devolviera una mosca llena de musgo ante 4 testigos, que
vieron absolutamente todo. Salgo y lo veo a Rodrigo apoyado en una roca
que me dice:
- Muerto.
- Eh, vieja... qué onda.
- ¡Muerto, te dije “salí de la barda” y no me diste bola!
- Es que quería afirmarla, porque...
- Las clavás y salís enseguida, si no se te meten al río, ya se te fueron dos así.
Volvemos a 2011 ...
- ¡Bajá de la piedra, boludo!.
- Eh, vieja... qué onda.
- ¡Muerto, te dije “salí de la barda” y no me diste bola!
- Es que quería afirmarla, porque...
- Las clavás y salís enseguida, si no se te meten al río, ya se te fueron dos así.
Volvemos a 2011 ...
- ¡Bajá de la piedra, boludo!.
Ni lo pensé, el recuerdo del año anterior me impulsó y salté de allí
sin pensarlo, pero una ola grande venía. Me agarró justo en la parte
honda antes de la piedra y me arrastró al chupón. Entre flotando y
resbalando siento que me agarran de la campera, pero otra ola me suelta
con su golpe y me manda más adentro, al borde de la barda, sabía que en
cuestión de un par de segundos estaría sobre 4 metros de profundidad y
gran velocidad de agua. Entonces siento que me agarran del pelo, de las
rastas. Logro hacer pie, afirmo el pescado con la caña hacia el lago y
empiezo a insultar a Rodrigo, que me seguía arrastrando del pelo
innecesariamente, con el pescado sacando línea y dando cabezazos sin
parar.
Me doy vuelta y empiezo a caminar para la orilla metiéndole todo el butt de la caña a la pelea, presionando mucho al pez, sin mirar hacia donde él estaba, sino donde yo pisaba. En eso escucho:
- ¡Es enorme!
- ¿Cómo sabés?
- Saltó, se pegó un vuelo como de un metro y la ví, es enorme.
- No me saca un centímetro más.
- ¿Cómo sabés?
- Saltó, se pegó un vuelo como de un metro y la ví, es enorme.
- No me saca un centímetro más.
Entonces casi clavé el freno del reel y la presioné caminando hacia la
costa. La caña quedó en el límite de su flexión por largo rato. Escucho a
Rodrigo:
- Te va a reventar la caña.
- Que se haga mierda o la traiga.
- Que se haga mierda o la traiga.
En eso, veo que la línea sale de la barda y se mete a las tranquilas aguas del Nahuel. Pensé: “Cagaste”.
Cerca de allí, a menos de 10 minutos de haberla prendido, lográbamos
tomarla de la cola entre las olas y rocas. Rodrigo la levanta y me dice:
- Arriba de los 6 ó 7 kilos.
Andrés tomó rápidas fotos y la liberé en la corriente, justo donde nace el río.”
Andrés tomó rápidas fotos y la liberé en la corriente, justo donde nace el río.”
por Efraín Castro
Como si hubiera estado ahí.
ResponderBorrarAlta pesca che.