miércoles, 7 de mayo de 2014

190 kilómetros por el Alto Paraná, por Revista Weekend


Revista Weekend nos brinda este anticipo de
una nota publicada en su edición N° 500 - mayo 2014
con el relato de una travesía de Ituzaingó a Itatí


por Diego Flores

Travesía de pesca entre Ituzaingó e Itatí por el Río Paraná. Gran diversidad de especies, todas capturadas con moscas. Una aventura realmente inolvidable.

Cuando César Palma y Roberto Galbarini me plantearon la posibilidad de flotar durante seis días pescando desde Ituzaingó hasta Itatí, un centelleo me recorrió la médula. 

De alguna manera se materializaba un sueño muy anhelado: disfrutar del Alto Paraná de la manera más profunda, salvaje e íntima posible. Esta expedición, que cubría unos 190 kilómetros por agua, perseguía varios objetivos. 

En primer lugar, poner a prueba, debido a su complicada organización, si podía ser ofrecida al público pescador. 

A la cosecha de experiencias, fotos y notas de esta coproducción argentino/brasileña, se le agregaba la realización de un filme. Edevar Zorrer capturó escenas realmente inéditas, con todo el potencial para transformarse en un video de culto. 

Otro punto a destacar fue el grupo humano que se formó, que con entereza y una excelente actitud contribuyó al éxito del viaje. 

Imposible no destacar la generosidad de Roberto, que sacrificando muchas horas de pesca fue una pieza fundamental en la logística de tierra.

 


Plenitud a la intemperie

Lo sucedido excede cualquier descripción en un espacio tan breve.

Un concatenado de experiencias que dieron forma a una aventura inolvidable, a la altura de lo más intenso que me tocó vivir en el Caribe, Patagonia o el Amazonas.

Cómo olvidar esos campamentos en la nada misma, con la Vía Láctea como techo. Esa selva llena de vida y misterio, que fue nuestro hogar por una semana.

Los diálogos nocturnos alrededor del fogón, que desnudan el alma de los hombres.

Esa intensa sensación de descubrimiento y soledad, en rincones donde muy pocos mojaron una mosca.

Las caminatas por bancos y arenales, vadeando entre adormilados cardúmenes de sábalos.

Las cacerías de dorados, los sonidos del monte, o bucear con los peces en aguas cristalinas.

El aullar de los carayás, la atropellada del carpincho, o los ojos rubí del yacaré alumbrados en la oscuridad.

Los guisos al disco, o las palometas fritas con mandioca, riquísimos en la rusticidad de la intemperie.

Y por supuesto la pesca, que dio portentosos trofeos que quedarán grabados a fuego en nuestra memoria.


Lea la nota completa en la edición 500 de Weekend
mayo de 2014.


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