Diego Araujo, nos relata una vieja anécdota familiar,
en la que un Peje mostruoso estuvo a punto
de dejarlo mal parado
Llegamos al Río Salado en el paraje El Destino, y el primer paso fue preparar todo el lugar y armar el campamento, para inmediatamente atacar los equipos de pesca para el pejerrey, carpas y todo lo que pudiéramos pescar.
Carnadas teníamos de todo, lombrices, masa para carpas, dentudos y pejerreyes salados para filetear y hasta duraznillo o revienta caballo.
Pescábamos de noche carpas y bagres sapos, que eran la fritanga asegurada para el día, y durante las mañanas, más allá del barranco más elevado, sacábamos buenas cosechas de pejerreyes, tanto de flote, como de fondo y con paternóster.
Podíamos pescar desde los acantilados o desde sus mini playas semi circulares y durante horas del medio día veíamos de la otra orilla saltar a grandes lisas.
Al cuarto día, luego de una buena lluvia que nos dejó descansar toda la noche, me levanté temprano y salí sin despertar a nadie.
Preparé filet de dientudo y lombrices californianas, y tiré de flote, con 3 boyas color verde limón que al estar el cielo nublado se veían bien nítidas.
Encarné prolijamente y tiré al medio del salado, que en esa zona tiene unos 80 metros de ancho mas o menos.
Comencé a capturar Pejerreyes medianos y muy peleadores, en una hora capturé unos 12 ejemplares y observé unos borbollones muy grandes cerca de mi puntero.
Tuve algunos piques muy violentos, desapareciendo todas las boyas en una sola corrida.
Ya en la clavada sentí que había algo con gran porte.
Saqué rápido la linea y me faltaba el anzuelo de la llevada, y los otros 2 anzuelos estaban totalmente descarnados.
Comencé a encarnar nuevamente y esta vez puse varias lombrices y unos filet bien largos.
Mucha carnada para mi gusto, até el anzuelo y volví a regular la profundidad para donde había comido algo que era grande.
Tiré calculando el mismo lugar y nada, volví a tirar, (estaba en bajante el salado), y las boyas navegaban hacia el mar, hacia el Este.
Intenté una y otra vez y comencé a revolear algunos pejerreyes, producto de mis pequeñas carnadas jajaja.
Ya cansado de caminar siguiendo a ese pez que me robó el anzuelo, tiro y me siento en un terraplén de unos 2 metros de altura.
Distraído escucho a la caña sacudirse, ya que estaba apoyada en el suelo, y ví una boya salir como motor fuera de borda hacia un lateral y comenzar a arrastrar toda la linea.
Cañé y esta vez estaba allí, pero buscó profundidad y el medio del río, donde la correntada y profundidad era importante en esa zona de pesca.
Aflojé la estrella y tratando de darlo vuelta, ya mi imaginación pensaba en una carpa de gran porte, no podía ser otra cosa pensaba, mientras caminaba a la par del río acompañado la llevada de este pez que no se dejaba ver.
De repente gira y arranca más fuerte hacia la orilla, donde literalmente se estrelló contra el piso de nuestra canoa canadiense, que estaba atada en la orilla.
Ante mi asombro, quiero levantar la brazolada y esta se corta, uffffffffffffffff que bronca, que locura que nadie podía ver !
Traje la linea, deje el equipo en el pasto y bajé a ver si estaba por allí ese pez peleador atrevido, que en su impronta por su libertad se llevo puesta la canoa, moviendo hasta sus grandes flotadores.
Mi resignación y la mirada hacia la carpa donde estaba mi familia y no podía compartirlo con nadie ...
Me puse nuevamente a pescar luego de reponer un anzuelo más chico al anterior y solo tuve algunos otros piques más, hasta que mi hermana Leticia aparece con su equipo y el mate.
De inmediato le cuento y al llegar a la embestida de la canoa surgieron las risas y el clásico "que exagerado diegooo" !!!
Y yo sin poder demostrar a mi gran oponente fantasma...
Al rato aparece mi cuñado y tras el relato fantasioso, se mete en la canoa y se aleja hacia una curva donde a la noche sacábamos buenas carpas con lineas de mano atadas a las plantas y encarnadas con duraznillo.
Al rato, ya acercándose, comienza a moverse y a tratar con el copo de agarrar algo que no veíamos desde la orilla con mi hermana.
De inmediato remó como loco, y al llegar a nuestra orilla saca un Pejerrey monstruoso, ya amarillento, con un anzuelo y una brazolada de nailon rojo (de ese color era mi brazolada).
Siguió el silencio de los 3 y las risas, y el alivio de este regalo de la naturaleza, de no dejarme de por vida con la duda de que pez seria el que me puso los puntos.
por Diego Araujo
para Area de Pesca
y la foto????
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