En esta nota, Horacio Pascuariello,
responsable de Crónica Pesca, nos habla
sobre esa magia que ronda el misterio
de saber que viene enganchado en el anzuelo,
esperando el "Gran Matungo"
Esta pesca tiene el atractivo de ser accesible y en muchas oportunidades gratuita.
Salvando obviamente algunos detalles logísticos, en otras ocasiones suele ser casi una aventura cuando la laguna o la localidad es nueva o desconocida y pasa a ser premiun cuando contamos con todos los servicios.
Pero en todas esas situaciones mi expectativa es la misma, lograr ese gran Pejerrey fuera de molde o afectado por alguna especie de gigantismo que lo haga superior a cualquier otro que pueda haber obtenido alguna vez.
Por más que me lo niegue, cada vez que espero un pique o veo la boya moverse y desaparecer de la superficie del agua me entra ese pensamiento, esa fantasía casi adolescente que me pone atento y digo este es! “el gran pez”.
Muchas veces lo hablé con mis amigos del interior, donde la pesca del Surubí genera justificadamente esto, inclusive tengo relatos de monumentales Rayas que arrastraron embarcaciones o de duelos, donde el corte en la línea deja la sospecha de un desproporcionado peso en relación a su especie o sea un súper Dorado o un impresionante Manguruyú longevo.
En la pesca del Pejerrey no se justifica esta expectativa, pero inevitablemente la tengo y este último fin de semana la volví a experimentar en secreto.
Pescando prácticamente contra el sol y solo viendo unos puntitos subir y bajar con la marea del Rió de la Plata me decidí por la pesca al pulso, tocando el multifilamento y con pequeños tirones para acomodar la línea e intentar “tantear” un toque, así fue que algo me pareció sentir, pero la desconfianza en mis fantasías (antes confesadas) no me dejaron pegar el cañazo.
A la segunda vez me dije “no, es el oleaje”, pero a la tercera vi como la caña se inclinaba y comenzaba a salir multi rápidamente...
Me asuste, pensé que lo perdía y creo que lo peor fue el grito de mis compañeros que me suponían distraído.
Ahí sí trabe el reel y clavé.
Fue un golpe seco que no me dejó continuar, la línea se iba para un lado y yo me iba de nuevo con mi fantasía, me dije “por fin lo tengo, este es para un cuadro”...
Fueron segundos para llegar a la decepción y ver aflorar dos largos bigotes que parecían burlarse de mi incredulidad.
Me llevó un instante subirlo, saludar al Patí y despedirlo para que vuelva a engañar a otro, pero yo por un momento creí que era mi momento.
No me quejo, es solo un secreto entre amigos.
Lo voy a seguir buscando y sintiendo lo mismo cada vez que vaya en busca de ese Pejerrey.
por Horacio Pascuariello
para Area de Pesca
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