Wilmar Merino nos relata en esta
nota para el Suple Viva la Pesca
del Diario Popular, una salida de pesca
entre amigos a San Pedro, con buenos resultados
Pese a la intensa presión de pesca comercial que sufren las Lechiguanas, los buenos guías encuentran la pesca tentando distintas especies en sus ámbitos más adecuados. Esta vez pudimos hacer un Grand Slam de especies calificadas.
En esta nueva salida con amigos teníamos un objetivo, hacer un "Grand Slam", capturar 3 especies deportivas en una jornada. Para eso pensamos en San Pedro, que lo tiene todo a 170 km de Capital, apenas 2 horas de auto por la Ruta 9. Su gran Paraná ofrece unas correderas de ensueño para el dorado, arroyos, lagunas internas dentro de las islas Lechiguanas y desbordes para tentar a las tarariras. De yapa los cachorros de surubíes también nos esperaban latentes en los pozones de las aguas sampedrinas.
Nos esperaba en el náutico de San Pedro Ruly Ferreyra, amigo y guía señero de esta zona del Paraná inferior, conocedor del río como pocos. Ya en el embarcadero, ansiosos, veíamos cientos de mojarras que rodeaban la embarcación, tratando de capturar alguna con el copo, como chicos, para contar con algo de carnada extra.
Fuimos directo a la mañana en busca del dorado. El río había crecido 50 cm en la noche, lo que modificaba los lugares de pesca. Eso no representaba ningún problema para Ruly, quien luego de 30 minutos de navegación nos dijo que tiráramos y empezamos a pescar al golpe con caña Tech Osaka de bait con reel Shimano Curado 201. Este combo nos permitió tiros bien precisos sobre la costa en donde se encontraban árboles sumergidos.
Cuanto más riesgoso era el tiro por miedo al enganche buenos dorados que acechaban tras esos obstáculos naturales. Tiramos morenas en la pesca al golpe y señuelos en baticast puro. Los dorados se prendían con toda voracidad al tocar los cebos el agua y el premio en esta parte de la jornada estuvo en la clavada de un dorado que al sentirse pinchado sobre la costa salió como un bólido al medio del río pegando esos saltos que son postales inolvidables para la retina. Acusó 6 kg. en nuestra balanza digital.
Pasado el mediodía encaramos para una isla inundada por la crecida del río. Ruly, "cocinero oficial del equipo", se preparaba unos churrasquitos al disco mientras en ese momento nos calzamos los waders Waterdog con botas para pescar taruchas en los pantanos. Notamos movimientos en el agua que terminaron siendo cardúmenes de sábalos en los desbordes y no encontramos ninguna tarucha. Volvimos a la embarcación para almorzar y seguimos la marcha. Ahora si preparamos las
ranas antienganches Tech y las Spinit Highlander en formato rana con turbo hélice delantera, señuelos infalibles para pescar en los barriales llenos de vegetación donde mora la tararira.
Paramos en la entrada de un arroyo que caminando isla adentro se transformaba en una laguna toda tapada de vegetación. Si existía el cielo taruchero era ése. Pero claro, para llegar al paraíso había que caminar enterrados hasta la cintura en esa espesa vegetación. Pero valió la pena. Bastó mover un poco el agua con las ranas para tener ataques inmediatos.
Charly Geier y el niño Joaquín se entretuvieron de lo lindo practicando esta pesca mientras que Eduardo, tercer tripulante en esta travesía, al ver las dificultades de acceso al ámbito eligió la cómoda: volver a la lancha, tomar la Osaka y tirar una morena con un plomito pasante y leader. ¡Y tuvo premio!: el arqueo de la caña precedió a una clavada de cachorro, que si bien no era grande, sirvió para dar por concluido nuestro objetivo del Grand Slam que fuimos
a buscar: dorados, taruchas y cachorros en una misma jornada.
Nos divertimos un rato más con las tarus y Eduardo redondeó una faena con 3 cachorros adentro. Nada más le podemos pedir al rendidor San Pedro, que nunca nos deja zapateros. Agradecimiento: a Charly Geier de Kuarahy Pesca por su relevamiento y fotos.
Nos esperaba en el náutico de San Pedro Ruly Ferreyra, amigo y guía señero de esta zona del Paraná inferior, conocedor del río como pocos. Ya en el embarcadero, ansiosos, veíamos cientos de mojarras que rodeaban la embarcación, tratando de capturar alguna con el copo, como chicos, para contar con algo de carnada extra.
Fuimos directo a la mañana en busca del dorado. El río había crecido 50 cm en la noche, lo que modificaba los lugares de pesca. Eso no representaba ningún problema para Ruly, quien luego de 30 minutos de navegación nos dijo que tiráramos y empezamos a pescar al golpe con caña Tech Osaka de bait con reel Shimano Curado 201. Este combo nos permitió tiros bien precisos sobre la costa en donde se encontraban árboles sumergidos.
Cuanto más riesgoso era el tiro por miedo al enganche buenos dorados que acechaban tras esos obstáculos naturales. Tiramos morenas en la pesca al golpe y señuelos en baticast puro. Los dorados se prendían con toda voracidad al tocar los cebos el agua y el premio en esta parte de la jornada estuvo en la clavada de un dorado que al sentirse pinchado sobre la costa salió como un bólido al medio del río pegando esos saltos que son postales inolvidables para la retina. Acusó 6 kg. en nuestra balanza digital.
Pasado el mediodía encaramos para una isla inundada por la crecida del río. Ruly, "cocinero oficial del equipo", se preparaba unos churrasquitos al disco mientras en ese momento nos calzamos los waders Waterdog con botas para pescar taruchas en los pantanos. Notamos movimientos en el agua que terminaron siendo cardúmenes de sábalos en los desbordes y no encontramos ninguna tarucha. Volvimos a la embarcación para almorzar y seguimos la marcha. Ahora si preparamos las
ranas antienganches Tech y las Spinit Highlander en formato rana con turbo hélice delantera, señuelos infalibles para pescar en los barriales llenos de vegetación donde mora la tararira.
Paramos en la entrada de un arroyo que caminando isla adentro se transformaba en una laguna toda tapada de vegetación. Si existía el cielo taruchero era ése. Pero claro, para llegar al paraíso había que caminar enterrados hasta la cintura en esa espesa vegetación. Pero valió la pena. Bastó mover un poco el agua con las ranas para tener ataques inmediatos.
Charly Geier y el niño Joaquín se entretuvieron de lo lindo practicando esta pesca mientras que Eduardo, tercer tripulante en esta travesía, al ver las dificultades de acceso al ámbito eligió la cómoda: volver a la lancha, tomar la Osaka y tirar una morena con un plomito pasante y leader. ¡Y tuvo premio!: el arqueo de la caña precedió a una clavada de cachorro, que si bien no era grande, sirvió para dar por concluido nuestro objetivo del Grand Slam que fuimos
a buscar: dorados, taruchas y cachorros en una misma jornada.
Nos divertimos un rato más con las tarus y Eduardo redondeó una faena con 3 cachorros adentro. Nada más le podemos pedir al rendidor San Pedro, que nunca nos deja zapateros. Agradecimiento: a Charly Geier de Kuarahy Pesca por su relevamiento y fotos.
por Wilmar Merino
para Viva la Pesca / Diario Popular
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