miércoles, 2 de marzo de 2016

Lugares - Balcarce: Laguna Brava, un paraíso escondido en la serranía


Los cerros de Balcarce, el entorno rural y la laguna configuran
un vistoso paisaje, que sugiere pasear a pie, a caballo
o en vehículo. Además, pesca y huellas del pasado


El sol y una brisa cálida arremeten con fuerza y la propuesta de Nicolás Bustamante, parado como un solitario vigía sobre un muelle de madera que se alarga en la costa de la laguna Brava, parece un despropósito. 

Mientras a sus pies bailotea un bote sobre las aguas agitadas, el guía insiste en sumar pasajeros a una excursión hasta la sierra Brava, cuyo cuerpo de arcilla y caparazón de piedra –revestido de vegetación– se levanta en la orilla opuesta.

Pero el grueso de los potenciales viajeros son los ociosos huéspedes instalados en el complejo de cabañas, hostería, restaurante y camping Ruca Lauquen. 

Comparten los placeres que les dispensan los picnics en familia, los asados, las dos piscinas y las caminatas abrigadas por el bosque de eucaliptos. 

Nada parece capaz de arrancarlos de este pequeño Edén de la llanura bonaerense, que los pliegues de la serranía ocultan a 32 km de Balcarce y a 30 km de Mar del Plata.

Algunos audaces se acercan con timidez, empujados por la curiosidad más que por el espíritu aventurero que requiere el desafío con la naturaleza. 

Saltan a la cubierta sin mucha convicción, hasta que las primeras maniobras del remero los aleja del pajonal costero y los deposita en el centro de la laguna. 

Recién desde allí empiezan a vislumbrar con nitidez el impactante colorido y la abundancia vegetal en los que están inmersos. 

Ese paisaje verde intenso, un inapreciable bálsamo para la vista, ya se venía exhibiendo sin pudores a los costados de la banquina de la ruta 226.

Ahora sí, ya aclimatados y desembarcados en la base de la ladera, el jefe del grupo y su docena de seguidores avanzan impulsados por el mismo entusiasmo.

Por sobre la hilera de caminantes decididos a alcanzar la cumbre silban los vuelos rasantes de calandrias, benteveos, palomas, teros, colibríes, carpinteros, horneros y chimangos. 

Se meten en un sendero que asciende por un túnel de rocas, acacias y retamas, para seguir ofreciendo su ruidosa compañía hasta el manchón amarillo pálido de un pastizal.


Desafío creciente

Bajo la maraña vegetal, los charcos de agua de lluvia recubren el tapiz rocoso formado en el período Precámbrico, hace 2.200 millones de años. 

Más arriba, el desborde de aves multicolores y flores silvestres se atenúa y el suelo cruje por un manto de hojas secas, al tiempo que la exigencia de la escalada va en aumento. 

Para poder superar rocas gigantes y rodear las enormes cuevas donde se guarecían los pobladores prehispánicos no queda otro recurso que sujetarse con fuerza a las plantas y reptar.

El sendero muta en una huella mínima, obstinada en ocultarse en el follaje. 

Un amago de viento fresco agita apenas la atmósfera y un puñado de hojas secas y semillas de acacia se dispara hacia el cielo. 

Por fin se hace la luz en un pasadizo angosto bordeado por más rocas basálticas, de las que claveles del aire sobresalen como delicados moños. 

Una multitud de benteveos y calandrias observa con sorna a los esforzados visitantes, pero Nicolás Bustamante se apura en tranquilizar a los visitantes: “Son los anfitriones que anuncian la cercanía de la cima”.

Un par de pasos más adelante, el cielo sin rugosidades se impone sobre los últimos arrestos del techo verde y la vista se gratifica con una pintura magistral, poblada de colores intensos: campos reverdecidos por el trigo y la soja, parcelas amarillas sembradas de girasol y los grises de los estilizados cerros.

Desde esta privilegiada perspectiva, la laguna se muestra planchada, casi tan inmóvil como las embarcaciones de los pescadores y sus cañas, que aguardan el pique de algún pejerrey incauto. 

Sobre un recodo de la orilla, el ovillo de los árboles deja una rendija para poder admirar la casona de Paula Paz Anchorena, un soberbio chalé de dos plantas que albergan ocho habitaciones, construído por el afamado arquitecto Alejandro Bustillo en 1916. 

Rodeado por un paque de hortensias, agapantus, azucenas, rosales, muérdagos y coníferas, la coqueta fachada de piedra de la mansión exhala un aire aristocrático en la serena atmósfera que rodea la laguna Brava. 

Ese llamativo detalle de arquitectura de categoría, de todos modos, armoniza perfectamente con las modernas construcciones –bastante más austeras– de Villa Laguna Brava, que decoran discretamente la orilla norte.

Durante el precipitado descenso del cerro, la presencia humana inquieta a dos cuises, que dejan con sigilo sus madrigueras en busca de alimento. 

“También es posible encontrarse con ciervos, zorros y serpientes, pero se retraen cuando se cruzan con extraños”, vuelve a calmar los ánimos Bustamante, relajado como el más experto de los baqueanos locales.


Las marcas del pionero

El anfitrión decidió seguir los pasos fundacionales que su padre dio en esta zona. 

El pionero Antonio Bustamante Saguier eligió interrumpir su rutina acomodada en el barrio porteño de Recoleta para enfrentar los desafíos que le planteaba el entorno casi inalterado de la laguna Brava a principios de los años 70 y se dedicó a transformar una antigua casa de té en una refrescante casa de campo, concebida como una suerte de excusa para recibir a familiares, amigos y turistas. 

En esa época, el paraje apenas había logrado ganarse un lugar en algunos mapas regionales por el almacén de ramos generales y estación de servicio “El Dorado”, el establecimiento La Copelina –donde hasta 1969 se producía industrialmente la primera agua mineral del país–, un zoológico de animales autóctonos y la primera versión de la finca Ruca Lauquen, apenas una escala para que los escasos visitantes de la zona disfrutaran del inusual paisaje de sierra y laguna tomando el té.

Al atardecer, cuando las tonalidades ocres del sol trazan gruesas franjas sobre la sierra Brava, fusionada con la laguna, una ruta de ripio queda envuelta en la polvareda que levanta una cabalgata que se aleja al trote. 

El silencio se generaliza después del ruidoso gorjeo de una bandada de loros, alineados sobre las ramas de un monte de eucaliptos que dispensa sombra a la casa de Agustín Nario, recién regresado a su terruño después de residir once años en San Sebastián, en el País Vasco. 

Su nombre se va tornando cada vez más popular en estas latitudes como fabricante de cerveza artesanal a metros de la laguna Brava.

Nario se revela como magnífico anfitrión, al brindar una charla muy didáctica –poco menos que una clse magistral– sobre la preparación de las cervezas especiales sin aditivos artificiales, en medio de una visita guiada que es coronada con una degustación de la variedad Porter Lagunera Bikain, acompañada por una porción del postre Comoantes, una de las mejores cartas de presentación de Balcarce y su gente.

La mañana siguiente vuelve a anticipar una jornada luminosa, fugazmente borroneada por la columna de tierra y piedras que desprende el paso de una camioneta por la traza de ripio del Camino del Dorado. 

El vehículo cruza las tranqueras de las estancias Ojo de Agua y El Manantial y arrastra su halo polvoriento por la ladera de la sierra La Vigilancia. 

Entre los laberintos del monte de robles, eucaliptos y espinosas zarzamoras empiezan a sucederse los miradores panorámicos. 

Los turistas, amontonados en la caja y la cabina, dejan de andar a los saltos en cada una de esas escalas insoslayables y apuntan con sus cámaras hacia los cerros, los campos sembrados y la laguna. 

Enormes hongos, mulitas, vizcachas y peludos también demandan atención y se hacen un lugar en las fotos que reflejan el paisaje bucólico. 

Las cotorras remueven las ramas y se dignan a bajar unos metros para intercambiar miradas con sus visitantes. 

Alrededor, todo sigue sumido en una inquebrantable calma pueblerina.


Cómo llegar

Desde Buenos Aires hasta la laguna Brava son 440 kilómetros por Autopista a La Plata, ruta 2 hasta Coronel Vidal y ruta 55; 4 kilómetros antes de llegar a Balcarce, girar a la izquierda por ruta 226 hasta el kilómetro 31 (Villa Laguna La Brava) o el kilómetro 35,5 (paraje El Dorado); cuatro peajes, $ 110.

Opción sin peaje: av. Hipólito Yrigoyen desde Avellaneda o Camino Negro y Camino de Cintura desde Puente La Noria, ruta 215 hasta Brandsen, ruta 29 hasta el paraje San Alberto y ruta 226. 

Atención: tener mucha precaución por el deteriorado estado de la ruta 29 en un tramo de 13 kilómetros entre la primera y la segunda salida hacia Ayacucho.

Bus coche cama Plusmar desde Retiro hasta Balcarce (5 hs. 15’), $ 531 ida; semicama Rápido Argentino, $ 380; coche cama, $ 430.

Micro El Rápido desde Balcarce hasta Villa Laguna Brava (30’), $ 61.

Remís Sol desde Balcarce hasta Laguna Brava, $ 170 (02266- 43-1555).


Dónde alojarse

Cabaña Ruca Lauquen con desayuno, pileta, DirecTV, parrilla, bajada de lanchas, secador de cabello y wi-fi, $ 1.030 a $ 1.230; para 3, $ 1.190 a $ 1.390; para 4, $ 1.320 a $ 1.520; para 5, $ 1.580; para 6, $ 1.740; hostería, $ 820 la doble, $ 990 la triple y $ 1.120 la cuádruple; camping, $ 130; hasta 12 años, $ 90; motorhome o casa rodante, $ 60 (02266- 15550104 / 02266- 15417303 / rucalauquen.page@gmail.com / www.rucalauquen.com.ar).

Cabaña del Vuulcán para dos personas, desayuno, pileta, parrilla y wi-fi, $ 950; para cuatro, $ 1.500; para seis, $ 2.000 (www.delvuulcan.com.ar).

Cabaña Piedra Naranja para cuatro personas, $ 2.500; incluye media pensión, piscina y wi-fi (www.piedranaranja.com.ar).

Un día y una noche por persona en la estancia Antiguo Casco La Brava con desayuno, wi-fi, DirecTV y pileta, de $ 400 a $ 500 (0223- 460-8062).

Camping en carpa en el Centro de Escalada Sierra La Vigilancia, $ 40; hasta 12 años, gratis; en domo, $ 75 (www.sierralavigilancia.com).


Cuánto cuesta

Postre Comoantes, en Balcarce, $ 180; postre Brazo Gitano, $ 150; docena de alfajores,    $ 140; masas de hojaldre, $ 180 el kilo (02266- 42-2167).

Entrada al Museo del Automovilismo Juan Manuel Fangio, $ 95; chicos de 5 a 16 años, $ 65; jubilados, $ 70 (www.museofangio.com).

Entrada al Centro de Escalada Sierra La Vigilancia, $ 100; hasta 12 años, $ 50; después de las 17, $ 80 los mayores y $ 40 los chicos; incluye escalada libre durante toda la jornada y uso de piscina. 

Salida guiada de día completo con instructor, equipo, casco y seguros, $ 350 cada participante si son dos personas y $ 225 cada uno en caso de ser cuatro; incluye trekking, escalada en roca y rappel (www.sierralavigilancia.com).

Bote a remo en Ruca Lauquen, $ 180 la hora; por día, $ 300; kayak simple, $ 100 la hora; por día, $ 160; doble, $ 150; por día, $ 280; mountain bike, $ 120 la hora; por día, $ 200.

Cabalgata por los alrededores de la laguna y la sierra Brava desde el complejo de cabañas Piedra Naranja (1 h. 20’), $ 275; trekking con refrigerio (2 hs. 30’), $ 175; vuelo de bautismo en parapente con filmación (30’), $ 1.200 (02266- 15550142).


Dónde informarse

En la ciudad de Buenos Aires, Casa de la Provincia de Buenos Aires: av. Callao 237, tel. 5300-9500/34/35.

En Balcarce, (02266) 42-5758/430895.
turismo@balcarce.mun.gba.gov.ar

En Laguna Brava, (0223) 464-4400/460-8019.
rucalauquenlagunabrava@hotmail.com
www.rucalauquen.com.ar


por Cristian Sirouyan
para Todo Viajes / Clarín


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