Te presentamos una nota de Wilmar Merino,
realizada para Viva la Pesca de Diario Popular,
con una salida en busca de Taruchas Bonaerenses,
en compañía del actor Tomás Fonzi
Entre Berisso y Magdalena, siguiendo la vieja Ruta 11, hay zanjas y lagunas conectadas al Río de la Plata que tienen numerosas sorpresas por ofrecer. Esta vez, pescamos taruchas con Tomás Fonzi.
Este tipo de notas someten al periodista a una disyuntiva: contar con pelos y señales dónde están exactamente los lugares a riesgo de someterlos a una presión intensiva de pesca que no van a resistir, o simplemente presentar al lector el programa contando que estas opciones existen y motivar su propia búsqueda y cuidado de estos sitios que merecen preservarse.
Elegimos la segunda, por entender que estos ámbitos muy pequeños, cercanos a la ruta, sin ningún servicio, brindan chances de pesca -incluyendo hermosas sorpresas- pero no podemos considerarlos "pesqueros" con todas las letras, ya que sus rindes dependen de múltiples factores... Entre ellos el de que no sean depredados por los "mata-tutti" de siempre que se llevan todo lo que pescan sin importar su tamaño.
Lo cierto es que nuestro guía de referencia en la zona de Berisso, Joaquín Hasaín, nos invitó a hacer esta recorrida por estos ámbitos tras una intensa mañana de pesca de bogas y carpas que ya nos tenía más que satisfechos, aunque nos quedara todavía medio día por delante. Entonces, aprovechando la presencia de nuestro amigo actor Tomás Fonzi, que se mostró muy interesado en el plan, salimos desde Berisso hacia Magdalena para testear unas rendidoras zanjas, cavas y lagunitas, de pequeñas dimensiones, que son alimentadas por el Río de la Plata cuando éste crece.
Lo primero que notamos al testear la primera es que hay mucha forrajera: mojarrines y madrecitas de agua proveen de alimento a las tarariras. Una buena señal. Luego iniciamos los lances sin suerte en los claros abiertos, por lo que decidimos probar bien encima del planterío con señuelos antienganches como las ranas paseantes Tech. Y allí tuvimos ataques de tarariras erraban mucho, pero aún así a fuerza de insistirles, nos dieron las primeras capturas.
Ya con la tarde entrada y el sol apretando, logramos algunos ejemplares en aguas más limpias de vegetación, en donde se lucieron especialmente las combinaciones de señuelos blandos de goma con cucharas o hélices adelante.
En mi caso, me dio excelentes resultados el señuelo Highlander de Spinit, en tamaño chico, de color negro, montado en una cuchara Mepps número 4 (la que viene con el pescadito de goma), a la que le retiramos el trailer original y le montamos este novedoso señuelo que es prácticamente ndestructible. Una cosa que me gusta mucho del Highlander Spinit es que puedo recogerlo lento, y que su anzuelosimple permite desenganchar la pieza fácilmente y reacomodar la goma para volver a usarla enseguida.
Tomás Fonzi metió algunas chicuelas como para entretenerse, y su tío Changui Barragánse entretuvo con las ranas en las zonas más tapiadas de vegetación.
Ya nos dábamos por hechos con pinchar ejemplares que no pasaban del kilo, dada las pequeñas dimensiones del ámbito. Pero lo mejor estaba por venir: tuve la suerte de clavar una hermosa tararira que me dejó con la boca abierta al primer salto, pero al arrimarla, se me zambulló entre el planterío y quedó allí detenida sin que pudiese sacarla. Estábamos evaluando la posibilidad de que Joaquín se metiera a buscarla, con el bogagrip en la mano, cuando decidí probar la resistencia de mi multi ilamento y tiré para atrás, sacando la tarucha entre medio de una enorme madeja de plantas. Por suerte no se escapó.
La balanza marcó 2,200 kg, un trofeo impresionante para el ámbito. La devolvimos -como al resto- y decidimos entonces que esoros como ése merecen seguir allí en la convicción de que la tararira es un pez demasiado valioso como para que las pesque un solo pescador.
por Wilmar Merino
para Viva la Pesca // Diario Popular
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